Promesa

«Qué jartera esta jungla» piensa con amargura mientras trata de entrar al gigante bus rojo. Un hombre arrastra una caja, entra al bus antes que ella abriéndose paso a golpes disimulados de codo; en cuanto ingresa no tiene problema en quedarse frente a la puerta obstruyendo el paso a quienes desesperados, luchando contra el tiempo, buscan un espacio por donde pasar. «No más», piensa ella y extendiendo el paraguas que le regaló su abuelo lo clava con rabia en el pie izquierdo del hombre de la caja.

-Disculpe -dice mirándolo con burla.

Una a una cuenta las estaciones que deja atrás el bus rojo. Quiere y no quiere llegar a su destino. Al llegar a la estación número siete pasa de nuevo junto al hombre de la caja que sigue obstruyendo la puerta y sin disimular lo golpea en el brazo con su paraguas. No es la única, muchas personas han hecho lo mismo, exasperadas por la poca inteligencia de alguien que insiste en ser un obstáculo.

Sale de la estación, cruza la avenida y se detiene frente a un alto edificio blanco. Mira hacia arriba tratando de adivinar en cuál de esas ventanas está. «Noveno piso», cruza la puerta y se detiene mareada por el característico olor de los hospitales. Pasa a la recepción y pregunta por su abuelo. No puede evitar un temblor en la voz al pronunciar su nombre.

Respira profundo varias veces y entra en la habitación que le indicaron en el primer piso. Logra esconder las lágrimas al verlo, pero no consigue evitar el flashback y lo recuerda sentado en su mecedora, leyendo en voz alta historias de mitología griega, su favorita. O caminando despacio, en una mano un banquito en la otra ella; deteniéndose debajo de cada naranjal de la finca, reuniendo un cargamento de las mejores naranjas que ha probado en su vida.

-Hola abuelo -dice apretándole la mano.

Se sorprende al ver que él devuelve el apretón, con fuerza, con ese carácter que ella siempre ha admirado. Con la mirada el abuelo señala una botella de agua.

-Lo prometiste -dice el abuelo con esfuerzo.

No resiste el sonido de esa voz. Es una sombra de ese cálido vozarrón que la saludaba con alegría cuando ella llegaba del colegio. Se seca las lágrimas y sin detenerse a pensar vacía el contenido de un pequeño sobre, que ha cargado varios días en su bolso, en la botella indicada. El abuelo bebe con ganas, sediento, con la voracidad de sus mejores días. La mira agradecido y cierra sus ojos.

«Cumplí mi promesa» piensa ella buscando alivio.

Mientras suena:

12 respuestas to “Promesa”

  1. Lalu Says:

    No se vale, Danilo. Me puse a llorar.

  2. Lalu Says:

    Hágame el favor, no vi en qué momento escribí ojos con h

  3. Pau Says:


    Ese apretón de manos del abuelo… ufff… lo conozco muy bien.
    Precioso D.

    Saludos 🙂

  4. Florcita Says:

    A mí no se me aguaron los ojos… Pero sí se me clavó una pequeña daga en el corazón. Hay promesas que deben ser cumplidas. Y nadie es eterno e imprescindible. Nuestra muerte nos acecha desde el día en el que nacemos.

    Mil besos, Danito!

    • Danilo Says:

      Hola Florcita.

      Qué promesa tan fuerte. Estos días he pensado mucho en ese debate sobre el derecho a vivir y como se presta para alargar la vida en condiciones terribles.

      Un abrazo gigante.

  5. Malua Says:

    SI digo que algunas veces quisiera «ayudar» a mi abuelo creo que me malinterpretarían. Mi abuelo tiene 93 anios. La gente diría que lleva dos sin mi abuela pero la verdad lleva 11. Por varios anios mi abuela fue sólo una masa humana que terminó por olvidar hasta las palabras… Mi abuelo se despide cada anio de la vida, creo que más que una despedida es una súplica que evidentemente no es escuchada. Su madre murió con 99 y aparentemente su abuela también. Está en su sangre y lo odia.

    No hay que echarle mas flores senior juguito con respecto a lo que escribe! Creo que sabe de sobra lo que tiene. A mi particularmente me gusta mucho que sea tan provocativo la gran mayoría de las veces. Este debate es super interesante, sobre todo en un pais tan católico como el nuestro… Si bien mi abuelo tiene ganas de irse, no sería capaz de pedirle a su nieta lo que el abuelo de esta historia… No se si no se le ocurre que hay nietas en el mundo capaz de apoyar las decisiones de sus abuelos.

    • Danilo Says:

      Malua:
      Mi abuelo tiene 95 años. No oye, no recuerda nada, no se para de su cama…
      Gracias miles por las flores que me echas siempre. Nunca olvido que eres de mis primeras lectoras y que siempre me has animado. Gracias.
      Un abrazo.

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