Aprieta su mano y se levanta de la mesa. “Ya vengo, voy al baño”, dice, gira la cabeza y le manda un beso. La ve alejarse y perderse en el corredor que pasa junto a la barra. Aprovecha para mirar el menú con detenimiento, hace un rápido cálculo mental, sí le alcanza lo que tiene en el bolsillo; es otro de los sitios que ha sucumbido a la moda de no recibir ningún tipo de tarjetas.
Examina una a una las entradas, pasa por las sopas, sigue por los platos fuertes. Mira hacia el corredor con la esperanza de verla venir. Sigue con los postres. Observa con calma las fotos que decoran el menú. Siente que aumenta la sensación de hambre. No escucha venir al mesero, salta cuando le pregunta si desea ordenar. “No todavía”, se arrepiente y lo llama, le pide dos coca colas. “¿Dos?”, sí, dos. A veces no entienden su acento. Mira hacia el corredor. Saca el celular del bolsillo, ninguna llamada perdida, ningún mensaje. Nada nuevo. Repasa los mensajes de texto guardados. Mira hacia el corredor y mira el reloj del teléfono. Muy raro
Hace calor en el restaurante. Hay solo un aire acondicionado y no parece ser suficiente para enfrentar el verano. “Tacaños” piensa mientras mira el color rojo de las paredes. Todo es rojo. Las letras del menú, los adornos de las lámparas, el marco de las puertas. Rojo en todas partes. Se pregunta por qué. Parece ser un acuerdo tácito en ese tipo de restaurantes. Se abanica con el menú, el mesero se acerca con dos latas de coca cola y un solo vaso. Le dice que traiga otro vaso. No sabe cómo interpretar la larga mirada que le dedica el mesero. Mira hacia el corredor. El mesero se acerca con el vaso y le pregunta si desea ordenar. Por ahora una sopa de la casa, responde. Se concentra en las fotos que decoran el local. Algún día le gustaría ver la Gran Muralla.
Mira el reloj. El mesero se acerca con un plato humeante. Con cuidado prueba la sopa. Deliciosa. A ella le encantará. Le gustan mucho las sopas. Mira hacia el corredor. Se levanta de la mesa y se dirige hacia los baños. El calor es más fuerte de lo que pensaba, debe sostenerse de la pared roja que lleva a los baños. Entra al baño de hombres y se moja la cara. El calor no disminuye. Sale y sin importarle si hay alguien más, aparte de ella, abre la puerta del baño de mujeres. Vacío. Seguro salió mientras se echaba agua en la cara. Sale caminando despacio, el sudor cubre su frente y empapa su espalda. En la mesa tampoco está. Pregunta al barman. “No ha salido nadie”, responde y sigue limpiando un largo vaso. Camina hacia su mesa. Toma al mesero del brazo y le pregunta por ella. El mesero se suelta y con agilidad lo conduce a su silla. “Señor tómese la sopa y se sentirá mejor”. No. Insiste. Pregunta por ella. “Señor usted llegó solo”, responde el mesero. A su lado, el barman confirma esa afirmación. Toma la cuchara con mano temblorosa, el sudor cae de su frente y se mezcla con la sopa. Bebe la sopa a grandes cucharadas. No puede ser. No sabe por qué duda, no sabe por qué el mesero y el barman lo miran con lástima. No entiende cómo pueden estar tan seguros; mira las paredes. Tan rojas que parecen calientes.
Mientras suena:
febrero 2, 2012 en 11:49 am |
…
Muy bueno. Como todo lector (creo) hasta el desenlace había pensado que aquella mujer existía más allá de su imaginación.
Las paredes rojas no pueden cobijar nada bueno.
Genial el tema musical que acompaña.
…
Saludos D. y a seguir escribiendo por partes 🙂
febrero 4, 2012 en 10:43 am |
Hola Pau
Qué gusto ver tus visitas 🙂
Me da gusto saber que no esperabas el final.
Aunque creo que ella sí existe.
Saludos.
febrero 8, 2012 en 6:16 pm |
la percepción es relatitva, muy bueno, me gusta en el juego qeu lo lleva a uno la historia, yo aseguraría que también la vi!
febrero 9, 2012 en 5:20 pm |
¡Juanita dientes verdes!
Qué bueno ver tu visita 🙂
La percepción nos puede joder la vida. Hay que andar con cuidado.
Un abrazo.
febrero 15, 2012 en 4:53 pm |
…O seguramente todos la vieron, quieren volverlo loco.
febrero 17, 2012 en 12:04 pm |
Me encanta ver que eres visitante asidua Andreíta.
Y estoy de acuerdo contigo, tengo esa misma sensación. Ella sí existe.
Saludos.