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El algoritmo no se equivoca

marzo 26, 2021

Transacción rechazada.

Es la tercera vez que el Sistema rechaza la compra. La primera vez Martín creyó que había sido error suyo, estaba de afán por salir hacia la oficina, emocionado por la compra de su primera guitarra, ansioso por empezar a practicar. La segunda vez se aseguró en cada paso de estar haciendo todo de forma correcta. Tampoco. Tuvo que acudir a un asistente virtual automatizado que vía chat decía obviedades como asegúrese de ingresar la información correcta, revise que su tarjeta esté vigente, chequee el estado de su conexión a internet.

Ahora, cuando el Sistema rechaza por tercera vez la compra de una guitarra comprende que tendrá que llamar a una línea de atención al cliente y hasta hablar con otro ser humano. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo que hacer algo así? Una de las maravillas de internet es que le ha permitido olvidarse de su timidez, todo se resuelve con unos cuantos clicks. Suspira y busca el número de teléfono al que debe marcar. No puede ser tan malo, ¿no? Querías hacer cosas diferentes, bueno esta es una, por algo se empieza.

Dos semanas atrás decidió que aprendería a tocar guitarra. Esa noche llegó a su casa, se botó en el sofá a revisar redes sociales, encontró lo mismo de todas las noches: memes de perros y gatos, gente indignada, gente indignada con los indignados, el nuevo bailecito de moda, personas que hacían lipsync de diálogos o de canciones… algo empezó a escocerle en las profundidades del cuerpo. Una sensación ligera pero difícil de ignorar lo recorría desde la garganta hasta el estómago. Se levantó, abrió la nevera, le dio pereza cocinar, pidió un domicilio -lo de siempre-, quiso ver una serie o una película pero no le atrajo ninguna, tampoco quiso repetir lo ya visto. Mientras se cepillaba los dientes, el último paso antes de acostarse, le dio un puño a la pared. Vivir tenía que ser algo diferente. Algo más a esa repetición eterna de días y noches. Justo antes de quedarse dormido supo que tendría que hacer cosas nuevas, algo diferente o enloquecería. Empezaría por tomar clases de algo.

-Servicio al cliente, habla Diana, ¿en qué puedo colaborarle?

Por fin. Después de escuchar un menú de ocho opciones, seguido por un submenú de seis al que seguía uno de tres opciones más podía hablar con un ser humano. Diana lo escuchó con atención, le hizo varias preguntas en apariencia estúpidas pero necesarias para validar la información como tal. Validar parecía ser un concepto clave. Aun así, por más validaciones que Diana llevó a cabo fue imposible resolver el inconveniente, y lo peor, no supo explicar el por qué del error.

-Señor Martín, en ese caso debe acercarse a nuestras oficinas, le recuerdo que el horario de atención al público es de ocho a cinco de lunes a viernes, ¿hay algo más en lo que pueda colaborarle?

Si no me ha colaborado en nada, quiere decir Martín pero se contiene. Esto no puede ser. Es imposible que una simple compra sea tan difícil, antes de que eliminaran el efectivo todo era más fácil, ¿y si este enredo es una señal del universo de que no debe aprender a tocar guitarra sino rendirse a la rutina hasta que su mente se quiebre y un día salga a correr desnudo con un sombrero de papel aluminio? Suelta una carcajada y sin pensarlo sale. Va a resolver eso hoy mismo.

A la entrada del edificio donde está la oficina de atención al público revisan su maleta, escanean su cuerpo, le toman una foto y registran su documento de identidad. A la entrada de la oficina de atención al público registran su documento de identidad, le toman una foto, lo escanean de cuerpo entero y revisan su maleta. El Sistema se toma muy en serio la seguridad. Martín toma su turno y espera. No puede sacar el celular por motivos de seguridad.

Jota ciento dieciocho, ventanilla veintitrés, dice una voz robotizada y Martín se acerca a la ventanilla correspondiente. Un hombre joven lo mira un momento y vuelve a la pantalla. Revisa de nuevo el documento de identidad de Martín y registra la huella del dedo índice derecho, cuando el empleado está seguro de que Martín es Martín le pide que explique lo que sucede.

-A ver, señor, Martín, déjeme revisar, un momento valido la información. Así es. Usted no está autorizado a comprar una guitarra. El algoritmo rechaza la transacción. Veamos por qué. Sí, está muy claro. Usted nunca antes ha comprado una guitarra, sus intereses son otros, a ver miremos sus intereses, sí claro, a usted le gustan los videojuegos, lleva jugando en línea desde hace catorce años, ha jugado un total de setenta y tres juegos diferentes, a ver un momento, le gustan las películas de acción, el anime, el basquetbol, las comedias románticas, las series de terror, ¿ve? nada de música, sus búsquedas van desde la capital de Mongolia hasta como saber si el arroz está podrido, también ha buscado videos paranormales, teorías conspirativas, uy eso también me gusta a mí, ¿ya vio la de las drogas en el agua embotellada? así es como nos quieren dominar; nada de música por ese lado tampoco, de sus intereses en sitios para adultos mejor no hablar… miremos el algoritmo predictivo y lo cruzamos con música, un momento, a ver, sí, acá está, videos de lipsync, sintetizadores y teclados -pero con probabilidad muy bajita-, guitar hero sí, es lo más cercano, ¡un ukelele! vea podría comprar un ukelele, pero nada de guitarras como tal, lo siento es imposible. Mejor compre el ukelele. Gracias por su visita.

-¿Pero de qué mierda habla? ¿Cómo que no puedo comprar una puta guitarra?-grita Martín.

-Señor Martín, ya le expliqué. Acabo de decirle que a usted no le interesa la música, no le interesan las guitarras, usted no puede pretender saber más de usted que el algoritmo, me hace el favor y circula o tendré que llamar a seguridad. El algoritmo no se equivoca.