La luz de las cinco de la tarde es su preferida. Por una lado, le permite escabullirse de las miradas indiscretas; por otro le da a las objetos un aire de nostalgia, como de algo que se acaba, algo que no va a volver, que lo conmueve.
Empezó como una travesura, la primera. Su excelente historial, sus buenas notas, las felicitaciones que recibía de sus profesores, el orgullo de su familia por sus «logros»…nada, una gran nada. Le dio la vuelta a lo que los demás consideraban su identidad cuando sucedió lo de su tío. El que le regaló la cámara con la que ahora retrata objetos a las cinco de la tarde. Ese al que nadie en la familia le hablaba. Al que abandonaron. Nadie más fue a su entierro. Solo él. «Tome pelao» le dijo y le dio un estuche con su amada cámara adentro. «En el cajón de arriba está el manual», terminó y señaló con la cabeza la cómoda que estaba frente a su cama. Entendió que esa era la despedida.
Tres cuadras más abajo el reloj de la iglesia da las cinco. Salta la tapia y entra a la casa. Lleva abandonada siete meses. Todo el primer piso está debidamente documentado. Fotos y anotaciones en un cuaderno rayado que se cierra con una banda elástica. Le gusta escribir a mano. Le gusta la fotografía análoga.
Hoy se dedicará al cuarto principal, el más grande del segundo piso. La luz es perfecta para retratar la butaca de madera carcomida, el brazo de muñeca de plástico y la porcelana rota del perro frente al niño. Sube despacio las escaleras. Observa las huellas de sus zapatos en el polvo acumulado. Su corazón late acelerado, sabe que se calmará cuando se concentre en buscar los mejores ángulos.
Escucha el ruido de la patrulla al llegar. No le importa, ya le ha pasado. Se toma el tiempo para hacer la mayor cantidad de trabajo posible. El policía que lo busca ya lo conoce. Han tomado Coca Cola con chocorramo. El agente lo mira desde la puerta del cuarto meneando la cabeza. Lo deja tomar la mayor cantidad de fotos hasta que la luz natural desaparece. Bajan juntos en silencio. Sabe que dentro de la patrulla el policía tratará de hacerlo «entrar en razón», que vuelva a estudiar, que haga algo «de provecho». Él solo mirará por la ventana. Se bajarán en la panadería, comeran lo de siempre y luego lo dejará cerca a su casa. Un día igual al anterior e igual al siguiente. Nada, una gran nada.
Mientras suena: