Archive for febrero 2011

A ver si así

febrero 21, 2011

«A ver si así sigue diciendo lo mismo», piensa Luis mientras observa los ojos atemorizados de la joven mujer atada y amordazada.

Deja que su memoria viaje; recuerda cómo lloró frente al médico que muy serio observaba los papeles expedidos por Medicina Legal. -Lo siento señor Sanabria- dijo el doctor sin mirarlo, -no puedo hacerlo. Mi formación religiosa lo impide.

Luis rogó, lloró, amenazó; por último sacó una foto: -Mírela doctor, tiene apenas dieciséis años, por favor.

El médico se encogió de hombros, cerró la carpeta y la devolvió al hombre que nervioso frotaba sus manos. La ley estaba de su lado, no entendía porqué no importaba.

Luis sacude la cabeza, por un momento deja de pensar. Extiende la mano y toma la botella de Tapa Roja que compró esa mañana. Toma un largo trago, lo necesita para llevar a cabo su plan. No podría hacerlo de otra manera. Cubre los ojos de la mujer que llora en silencio. Es la hija del doctor. Va a violarla a diario durante un mes. A ver si así entiende. A ver si sigue escudándose en su formación religiosa.

Mientras suena: Bodies. Sex Pistols.

Fondo blanco

febrero 15, 2011

No puede ser. No a esa edad. La abuela no puede estar embarazada…  Ríe en la oscuridad al notar que estaba soñando. Mira el celular que siempre está sobre la mesa de noche, dos y diecisiete de la mañana, un mensaje recibido, ninguna llamada perdida. Los gritos de la vecina del apartamento de arriba explican porqué despertó tan temprano. «¡Fondo blanco, fondo blanco perro!» seguido de una larga carcajada. De nuevo la vecina festeja.

Mete la cabeza bajo la colcha, en un intento vano por aislarse del ruido. A través de la gruesa tela llega la música y las carcajadas de su vecina. De mala gana camina hasta la cocina, sirve agua, la bebe, y llama al portero. Se queja, el portero responde con rabia contenida; tampoco le gusta ser despertado a esas horas de la madrugada.

La música se detiene. Camina de nuevo hasta su cama. Se acomoda bajo la colcha, sus ojos se cierran, quiere volver al sueño de la abuela. «Fondo blanco!» grita la vecina mientras la música suena de nuevo. Corre hacia la cocina y llama desesperado al portero. No responde. Furioso sale de su apartamento y sube las escaleras corriendo, salta de a dos escalones; esto tiene que terminar ya, necesita dormir.

La puerta del apartamento está abierta, tal vez ya se acabó la fiesta piensa, mientras duda si timbra o entra. Espera a que salgan los invitados; el frío y el agua que acaba de beber, le recuerdan que debe ir al baño. Entra, dando pasos largos, está a punto de orinarse. No hay fiesta, no hay invitados. Una mujer de mirada ausente y pelo castaño y revuelto le grita al retrato de un hombre de pelo gris, mirada recia, y nariz larga «fondo blanco perro, fondo blanco». Da media vuelta, dispuesto a huir; agachado contra un sillón está el portero, parece mirar a través de él, gira de nuevo siguiendo la mirada que parece no verlo. No lo soporta, su vejiga se deja ir, no hay voluntad que pueda dominar el terror que lo invade, se orina y se deja caer al lado del portero. Nunca saldrán de ahí.

Mientras suena: Fear of the dark. Iron Maiden.

Gato en la ventana

febrero 1, 2011

Se despereza lentamente, arquea todo el cuerpo estirándolo. Aguanta la respiración hasta que todo se hace negro. Entrecierra los ojos, ésa es una de sus sensaciones favoritas. Estira la mano, la otra mitad de la cama está vacía.

Camina hasta la ducha, deja que caiga el agua fría, hace mucho dejó de gustarle el agua caliente. Dice que al agua fría sí lo despierta, el agua caliente lo deja en piloto automático, en un estado intermedio que lo llena de sopor y bostezos.

Con una manzana en la mano sale al balcón, desde el apartamento del lado un gato lo observa ladeando la cabeza; con una inclinación saluda al gato, éste responde al saludo guiñando un ojo. «¿Y ahora qué?» le pregunta; no logra escuchar la respuesta porque la dueña lo levanta y con voz maternal lo invita a desayunar. Lleva meses sosteniendo conversaciones imaginarias con el gato de su vecina; con la vecina se ha cruzado dos veces en el ascensor y apenas han intercambiado sonrisas de cortesía.

Entra de nuevo, un post it amarillo con grandes letras trojas lo espera al lado de la puerta. «Dale play», es lo único que dice; se dirige al mini componente al cual está conectado el ipod. Presiona la tecla con el triángulo de lado y el mensaje es entregado: «… algún daño repondremos, terco como soy, me quedo aquí…»

Ahora entiende. Sabe que se acerca el momento de abandonar ese mundo que construyó y en el que no cabe nadie más. Es hora de recibir visitas.

Mientras suena: Me quedo aquí. Gustavo Cerati.