El último enero

junio 6, 2019

En enero pasado los negocios de la calle principal fueron abandonados. Los primeros en irse fueron los Ibáñez, dueños de la única heladería del pueblo, las cosas se pusieron feas para ellos, para todos. Mi tía dejó de darme las monedas para el helado después del almuerzo, a mis amigos les pasó lo mismo. No volvimos a la heladería, empezaron a vender helados de agua apenas untada de leche. Además no era cualquier agua, porque el agua empezó a ser muy cara, era la de los pozos que quedaron cuando el río desapareció. Esa mañana madrugamos a meternos a los pozos con Joaco y Santa pare refrescarnos del bochorno de la noche, después de las diez de la mañana el sol es tan picante que la piel se ampolla y después de las cuatro de la tarde salen los mosquitos que transmiten la fiebre, tocaba aprovechar la mañana. Nos escondimos detrás de una piedra y vimos a don Ibáñez llenar de agua apozada las cantinas que antes llegaban llenas de leche de las haciendas de la sierra.

Mi tía y los demás adultos dejaron de hablar de los Ibáñez como si los hubieran olvidado apenas se asentó el polvo del camino detrás de su salida, aunque tal vez fue olvido por el calor,  respirar y pensar es difícil así estemos bajo techo. Primero dejó de llegar la leche, después la carne, al poco tiempo las frutas y verduras. Lo poco que se sigue produciendo es para las ciudades porque allá queda gente con plata para pagar las millonadas que vale ahora lo natural. Después de los Ibáñez se fueron los San Roque, los Domingo… casi todos. Cada noche se iba una familia, como si no quisieran que nadie los viera partir y para aprovechar las horas sin sol.

Mi tía también quiso irse, empacamos lo que podíamos cargar en las manos. Solo quedaba gasolina para la mitad del camino y el resto tendríamos que hacerlo caminando. La gasolina solo se consigue en las ciudades y a precio de oro. La noche que íbamos a partir el chevrolet no encendió, alguien le sacó la gasolina. Mi tía dijo, nos vamos mañana caminando apenas se oculte el sol. Ha dicho lo mismo todas las noches.

El tiempo se ha estirado como plástico derretido al sol, los días son largos y las noches cortas. Dormimos durante el día y salimos a buscar comida en la noche. Al principio nos ayudábamos con los vecinos que se quedaron, ahora son nuestra competencia. Algunas familias cazan los perros y gatos que vagabundean por los alrededores del pueblo. Ya se están acabando, como todo ahora, me pregunto si seguirán los viejos y los niños. Mi tía está cada día más flaca y débil y hace dos noches que no dice nos vamos mañana, ya algunos vecinos han empezado a merodear por la casa en las noches. No sé si vienen por ella o por mí.

La belleza

abril 25, 2019

Desde la ventana ve la Avenida Caracas. Las prostitutas de la 22 caminan de una esquina a la otra y de vuelta, los recicladores descargan bulto tras bulto frente a un local oscuro y de techo bajo, un muchacho joven camina con torpeza mientras huele un frasco de pegante. El semáforo cambia y los buses rojos de Transmilenio aceleran y llenan la calle de humo negro. Ella mira hacia arriba, hacia el pedazo de cielo azul que llena sus ojos.

Se acomoda con lentitud sobre la silla que acercó a la ventana para aprovechar el rato de sol que de tarde en tarde, cuando no llueve, entra por la ventana de su apartamento. Descubre con cuidado la cabeza del bebé, cualquier movimiento brusco puede despertarlo, la doctora dijo que debía darle baños de sol, era bueno para su evolución. Qué bonito suena eso, baños de sol. Repite la frase y sonríe.

El bebé, demasiado pequeño para sus seis meses, se estira y bosteza, parece que va a despertar, arruga la boca en ese gesto particular tan suyo antes de empezar a llorar y vuelve a acomodarse sobre el pecho. Ese ligero movimiento, como de mariposa al viento, es, sin embargo, suficiente para que la cánula que lleva oxígeno a los pulmones del bebé se mueva de sitio.

Con la facilidad de movimientos que solo se consigue con la práctica acomoda la cánula para que su bebé siga dormido al sol. Afuera un perro que camina al lado de una carreta de reciclaje ladra y mueve la cola ante la vista de medio pan que su dueño, tan hambriento y flaco como él, le comparte. Un perro bonito, mira, guaguau, dice la mujer en voz baja y besa al bebé en la frente.

Duerma cuando duerme el bebé, fue uno de los primeros y más repetitivos consejos que escuchó durante los últimos meses de embarazo. Sonríe y cierra los ojos, la luz del sol que cae directo sobre sus párpados se vuelve rojiza, cálida como un abrazo, como si viera su interior. Nunca antes se había dado cuenta de eso. Algo cambió desde que el bebé fue dado de alta, de repente se encontró inmersa en un mundo diferente. La belleza antes tan esquiva y escasa empezó a mostrarse frente a sus ojos en cada momento. Cuando la doctora dijo que el bebé sobreviviría algo cambió e inundó su cabeza. Ese mundo, lleno de sencillas maravillas, es el que quiere mostrarle a su hijo.

El cantante

marzo 28, 2019

Apila sobre el mostrador las monedas que logró reunir durante el día. Palpa la gabardina, llena de remiendos y casi transparente en los codos, hasta que está seguro de haber sacado hasta la última y más pequeña de las monedas que recibió por su acto.

El hombre tras el mostrador suspira y cuenta el dinero con la agilidad que le dan los veintiséis años de experiencia como dueño, administrador, recepcionista y conserje del viejo hotel del centro que acoge sin discriminación a quien quiera pasar una noche allí, sin preguntas, sin nombres, sin miradas vigilantes porque a algunos huéspedes no les gusta ser mirados y están dispuestos a emplear los medios necesarios para hacerlo saber sin dejar lugar a dudas.

-Le faltan tres mil, viejito, desocupe la pieza, hay gente que la necesita.

El hombre de la gabardina le jura que mañana al medio día tendrá lo que falta y suficiente para tres noches más, vea le aseguro que mañana sí será el día, tengo el presentimiento, no me saque que este frío me hace daño en la garganta, vea que hasta le compuse una canción al hotel, lo voy a volver famoso, ¿la quiere oír?

El hombre detrás del mostrador niega con la cabeza y le entrega la llave. Tuvo tiempo de revisar la pieza del hombre de la gabardina,  si no paga podrá «confiscarle» la maleta, la ropa y el estuche vacío de la guitarra que ya empeñó.

-Gracias, hermano, gracias, no se va a arrepentir.

El hombre de la gabardina entra a su pieza, se quita los zapatos y las medias, se masajea los pies adoloridos, estar de pie el día entero es más duro de lo que imaginaba, no le importa los sueños tienen un precio. Se para al lado del catre y hace los ejercicios para la voz que le enseñó el anciano de la iglesia. Mañana será el día, mañana sí lo van a apoyar, mañana lo van a descubrir y será famoso. Mañana, como todos los días desde que llegó a la ciudad hace tres semanas, se colará en los buses y cantará por monedas. De nuevo cerrará los ojos frente a los pasajeros de cada bus e imaginará que canta frente a una multitud que grita su nombre y corea sus canciones, recibirá unas cuantas monedas, por pesar no por apoyo a su escaso talento, y de nuevo no le va a importar porque estará cumpliendo su sueño de cantar frente a un público.

Dos postales sobre la dignidad

enero 9, 2019

Uno

Esa noche esperaba al cambio de semáforo para cruzar la Caracas y entrar a la estación de la calle cincuenta y tres. Pasé al lado de un hombre que escarbaba entre las bolsas de basura que los comerciantes de la zona habían dejado en la calle. Pasé a su lado y lo ignoré como si fuera parte del paisaje. Lo miré con detenimiento en el momento en que rompió un cristal contra el borde del andén. Para cualquier habitante de una ciudad el sonido de una botella rota a propósito es señal de alarma y esa vez no fue la excepción. Giré, listo para correr si era necesario y lo que vi me desarmó. El hombre había roto el pico de un frasco de loción y se echaba sobre sus ropas sucias, muy sucias, los restos de un perfume.

Dos

Los animales, al igual que los humanos, crean hábitos, rutinas que siguen día a día. Cerca a mi oficina hay un árbol pequeño en el que Moncho, mi perro, orina todos los días. Cerca a ese árbol duerme un habitante de calle. Un día de diciembre este hombre consiguió guirnaldas y cds viejos y decoró el árbol. Al ver que me acercaba con Moncho me pidió que no dejara que el perro orinara su árbol de navidad. Por supuesto accedí y durante todos estos días he mantenido a Moncho lejos de ese árbol. Esta mañana al pasar por ahí vi que el árbol ya no estaba decorado, se acabó la navidad.

***

Hay pequeños triunfos de la humanidad, hay una dignidad que ni siquiera la dureza de la calle puede arrebatar.

 

 

¿De dónde vienen las ideas?

noviembre 2, 2018

Vuelan libres por el cielo, juguetonas descienden y se posan en una que otra cabeza, como mariposas impulsadas por el viento. Algunas personas se sacuden aterradas al haber tenido un pensamiento propio —no saben la verdad, ni pueden imaginarla— y vuelven a la programación mental habitual que apenas contempla lo inmediato.

Otras sonríen y dejan que las ideas se abran paso en sus mentes, las acarician, las alimentan con sus experiencias, las ven crecer y cuando han madurado las dejan salir para que grandes, libres y fuertes vuelen, toquen otras cabezas.

Algunos aunque las dejan entrar las ponen cabeza abajo, les dan mil y un vueltas, las examinan desde todos los ángulos mientras se muerden las uñas, al final, aliviados las guardan en un cajón en el fondo de su cerebro donde no hagan (tanto) ruido.

Hay ideas traviesas que vuelan erráticas y esquivan la mayoría de las cabezas. Escogen a una persona al azar, juguetonas vuelan a su alrededor, apenas se insinúan, hacen que la persona elegida sonría, mire al vacío y es en ese momento en que se posan y llenan la menta. La mayoría de los elegidos por las ideas traviesas las acoge, se deja llevar por su imaginación y vive una vida paralela y opuesta a lo que muchas personas llama “lo normal” durante unos minutos; vuelve a sonreír y libera a la idea traviesa para que siga su vuelo. Sin embargo,  una minoría las acoge y las nutre, nunca las libera y las hace parte de su ser. Son ellos los que a veces salen en las secciones insólitas de las noticias.

La buena memoria también es un castigo

agosto 28, 2018

Por fin terminé la carta más larga del mundo, no por extensión, por tiempo. La empecé hace un año. La lluvia que caía por dentro la disolvió, la tinta escurría y se arremolinaba en las esquinas de la hoja. La chimenea quiso leerla, la aprendió de memoria.

Las palabras se escondieron bajo la almohada para contarme cada madrugada historias de futuros posibles y pasados imposibles. Fui desterrado del sueño, me arrullan los ronquidos del perro.

Hoy, en un impulso que todavía hace que mis manos tiemblen, cerré los ojos y escribí. Mal y poco. Puse la carta en el buzón y recibí un telegrama como respuesta.

Recordar cada palabra con su respectivo tono, reorganizar los días, las noches y las conversaciones, encontrar la palabra justa con su tono justo.

La buena memoria también es un castigo.

 

La huelga

julio 30, 2018

Las palabras fueron las primeras en notar que algo extraño sucedía Con una ceja levantada miraban a su alrededor al piso al cielo nada Por ninguna parte veían a sus habituales acompañantes Los siguientes en notar con extrañeza que algo había cambiado fueron los suscriptores del diario matutino

Esa mañana mientras sorbían sus cafés lectores y lectoras a lo largo y ancho de la ciudad escupieron el café que acababan de probar ante las extrañas frases que leían “Daños cerebrales en el hígado riñones y páncreas fueron la causa…” “Gran remate de ropa interior para personas de ambos sexos” “Talco para pies de uso diario” El director del diario iracundo despidió a todos los empleados del periódico con la excepción de la señora del café era bien sabido por todos que en cuanto dejaba de beber de su taza caía dormido y despertaba tres meses después

Mientras tanto en el cabildo de la ciudad absurdos planes municipales fueron aprobados “A comer niños” iniciativa gubernamental que buscaba convencer a los pequeños acerca de la importancia de ir a casa a cenar en lugar de quedarse a jugar en los parques y plazas hasta que el sueño los vencía y se acostaban bajo las bancas En la biblioteca cuentos y novelas dejaron de tener sentido los libros de historia que el profesor consultaba para preparar su clase solo narraban disparates Ni siquiera el banco se salvó del caos que atravesaba la ciudad las cifras de los libros contables eran imposibles de entender

El alcalde desesperado convocó a una asamblea de emergencia a la que asistieron todos los habitantes de la ciudad Los adultos y los ancianos se miraban unos a otros levantaban las cejas sacudían la cabeza Los niños por su parte reían ya que las clases habían sido canceladas El director de la escuela susurró algo al oído del alcalde este abrió los ojos hasta que las cejas le llegaron a la mitad de la cabeza y se arrancó los pocos pelos que le quedaban El rumor de los adultos y la risa de los niños se extendieron por la asamblea al ver al alcalde frente al micrófono con la mirada en el vacío y los pelos en las manos
—Queridos conciudadanos hago un llamado a la calma Los signos de puntuación
han desaparecido…— dijo el alcalde y no pudo completar el discurso porque en ese momento entró a la carrera el cartero con un pergamino en la mano

“Nosotros los abajo firmantes comunicamos a la ciudadanía que a partir de la fecha y de manera indefinida entramos en huelga hasta que nuestras peticiones sean escuchadas y cumplidas Estamos cansados de que nos pongan donde no corresponde No soportamos la desidia de los estudiantes ante nuestras funciones Exigimos que los legisladores dejen de abusar de nosotros para emitir ordenanzas ambiguas que los favorecen Por lo tanto en consideración a todo lo anterior exigimos ser tratados con la consideración y respeto que nuestro cargo conlleva recibir un pago justo por nuestra labor incluidas horas extras dominicales y pago de vacaciones

Firman Coma Punto y Coma Dos Puntos”

La asamblea en pleno destituyó al alcalde procedió a nombrar un comité de notables que a su vez nombró una delegación quienes a su vez nombraron un secretario encargado de redactar un memorial en el que procedían a negociar las exigencias de Coma Punto y Coma y Dos Puntos Por supuesto el memorial era un sinsentido en el que abundaban las florituras y lisonjas destinadas a ablandar el corazón de los huelguistas

El cartero partió apurado en su bicicleta mientras los habitantes del pueblo esperaban algunos ilusionados otros indiferentes otros preocupados la respuesta de Coma Punto y Coma y Dos Puntos sin darse cuenta de que estaban atrapados en su espera ya que los únicos que no se habían unido a la huelga eran los sigilosos puntos suspensivos…

Carta a Emilia

abril 30, 2018

Querida Emilia:

Sé que a hoy día no es uno de nuestros talentos, sin embargo, recuerda, Emilia, (cómo me gusta decir tu nombre, me gusta el movimiento que hace mi boca para formar la M, el toque suave en el paladar de mi lengua para que suene la L, y esa A al final que a veces alargo como si se me fuera el aire, ya escaso, en una exclamación extática; sí, así como estás pensando, así como esa tarde), no es a propósito que divago, ya sabes que así soy, sigamos, recuerda, Emilia, que esta carta debes destruirla en cuanto termines de leerla, tal vez la leerás varias veces, eso hago yo con las tuyas, ¿puedes creer que a veces pongo tus cartas en mi ropa interior y que su roce unido a la idea de que ese papel estuvo en tus manos es suficiente para acelerar mi corazón y para llevar sangre a rincones que creía olvidados? En fin, destrúyela, no queremos que tus nietos la encuentren este domingo cuando vengan a visitarte, ya bastantes riesgos corremos entre semana frente a las enfermeras y a las monjas; no sé si son ingenuas o se hacen las de la vista gorda, como esa tarde en la que todo empezó, ¿te acuerdas? Estábamos en el comedor, ¿era el desayuno o el almuerzo? Da igual, no es lo que importa en este momento; al principio te miré mal, una, dos veces, ya iba a gritarte cuando vi tu sonrisa disimulada y cómo me mirabas con el rabillo del ojo, no te lo voy a negar, además porque ya te lo he dicho, al principio creí que era uno de tus movimientos involuntarios (no te ofendas, no soy quién para criticar, mucho menos después de lo que nos pasó con mi caja de dientes, cómo me hubiera gustada ver la cara de le enfermera cuando la encontró entre tus piernas), de nuevo me fui por las ramas, sé que soy desesperante cuando cuento historias, ya casi llegamos al punto, lo prometo; bueno, no puedes negar que las dos primeras veces me golpeaste, la tercera, por fin, sentí tu mano subir por mi pierna, ya no recuerdo, y no exagero, la última vez que sentí ese hormigueo subir por mis piernas, desde tu mano, extenderse a mi espalda, girar hacia el pecho y llenar de color y de calor mi cara; tu mano tomó confianza al ver que te devolví la sonrisa y abrí las piernas, tú seguías tan seria y tranquila como siempre, en una mano tenías la cuchara y comías como si nada, mientras la otra rozaba, frotaba, acariciaba; en ningún momento solté la cuchara pero no pude seguir comiendo, apenas movía la comida de un lado al otro del plato al ritmo de tu mano, perseverante, insistente, paciente, como eres, seguiste en tu empeño, manejaste el ritmo con maestría, ya me contarás, muchacha picarona, sobre tus tardes de aprendizaje, y no solo es tu mano la que manejas con experticia, en fin, proseguiste hasta que la explosión nos tomó por sorpresa, quedé desmadejado sobre la mesa, con un cansancio de años, no me resultó difícil, ni vergonzoso, convencer a la enfermera de que había sufrido un accidente y que me dejara tomar una ducha a deshoras; esa misma noche llegué a tu cuarto, las preguntas que quería hacerte se me escaparon por el hueco de la memoria del que tanto te burlas en cuanto abriste y me hiciste pasar, tenías la pijama lila, estabas descalza y fueron tus pies la primera parada de mi lengua, subí despacio, con la calma que me dan los años y el miedo a morir de un infarto sobre tu cama, subí despacio por tus piernas, beso a beso, lamida a lamida, hasta que me abriste las puertas del paraíso; hay ciertas cosas que ya no puedo hacer, pero otras que me salen mejor que hace cuarenta años, ¿quién diría que este pulso, que tanto dificulta la lectura de mis cartas, sería una bendición sobre la suave piel de tus labios, de tu clítoris? ¿Cómo podría haber adivinado que al quitarme la caja mi lengua se extendería y te llegaría a sitios inesperados e inexplorados? Acordamos no tomarlo con calma, aprovechar cada día con el apuro y el desespero que da un tiempo a punto de acabarse; nos descaramos en la sala de televisión, en el comedor, en el patio y en el jardín, algunos residentes nos cubren, como si vivieran a través de nosotros… casi lo olvido, dile a tus nietos que te traigan más yogurt, ya se acabaron, algún día tendrás que compartirme mi propio sabor a ver por qué te gusta tanto que tome yogurt de fresa; ya se me acaba la hoja y no llego al punto, ya sabes que me gusta entretenerme por el camino, el dolor de la pierna desapareció, puedo caminar de nuevo, así que esta noche deja tu puerta ajustada, iremos al cielo.

 

Abel

Cosas que nadie te explica

enero 22, 2018

Pasa el tiempo, se te queda chica tu camiseta favorita, a tu padre se le cae el pelo, tu madre camina más despacio, a tus abuelos les sale pelo gris y después blanco, te empiezas a quedar sin primeras veces y las que quedan te dan miedo, los ojos y la boca abiertos de asombro se cierran porque ya nada te impresiona y si lo hace, disimulas, agotas las últimas reservas de magia porque la gente que se levanta muy temprano a cumplir un horario no cree en esas cosas, nunca te preparan, ni te preparas, para eso, porque nadie te explica que los días se acortan y las horas vuelan, no te explican que las bancas de los parques están ahí para sentarse un rato a ver pasar la vida, que las plazas las construyen para que los viejos y las palomas tengan un lugar donde encontrarse y compartir el pan, que los años ochenta fueron en sepia, los noventa a todo color, los dos miles en alta definición y tanto detalle no siempre es bueno, más no es mejor, que el amor sabe mejor si lo paladeamos lento como a un vino añejo en lugar de apurarlo de un solo trago, que de desamor te mueres un poquito pero luego vuelves a vivir, que las risas después de comer con las personas que amas son las mejores, que los abuelos son como plantas que vemos perder las hojas y no podemos hacer nada para evitarlo, tan solo regarlas cada tanto con visitas y conversaciones, que la comida de tu casa tiene el poder de llevarte a un lugar feliz, que los hijos de tus amigos son como sobrinos; nadie sabe a donde se va el tiempo cuando se mira a un bebé y menos por qué es tan divertido ver a un bebé hacer nada, tampoco te explican que perros y gatos pueden ser parte de tu familia, ni que un día puedes levantarte con ganas de cuidar una planta, ni que bailar, aunque no sepas y seas tieso como un abedul, es liberador; que nunca crecemos del todo pero disimulamos para que solo unos cuantos, los entrañables, lo noten, que se vale salirse de la película si no te gusta, dejar el libro que no te atrapa, que la máquina del tiempo está construida de olores y canciones; hay tanto que no nos explican y está bien porque debemos descubrirlo.

 

Las mitades del país

septiembre 27, 2017

Hace no mucho tiempo un nuevo país fue fundado. La población que conformaba este país estaba dividida en dos mitades, cada mitad provenía de sitios distintos. Una de las mitades estaba muy emocionada porque desde hace mucho tiempo no pertenecía a un país, llevaba varios años de continuo trasegar de un lado a otro sin poder establecerse en un solo sitio. La otra mitad provenía de un país que había sido saqueado por invasores, por lo tanto, aunque emocionados por conformar un nuevo país, se conducían con mucha cautela.

Cada mitad nombró sus representantes, firmaron acuerdos y escribieron una Constitución. Las dos mitades sonrieron y se abrazaron seguras de haber encontrado, por fin, su lugar en el mundo. Organizaron festividades y celebraciones que se prolongaron por varios meses hasta que la euforia inicial dio paso a la rutina y a los hábitos. Poco a poco empezaron a surgir las primeras diferencias.

Una de las mitades desconfiaba de la otra, temía ser víctima de un engaño y terminar saqueada y en ruinas como en el país anterior. La otra mitad aunque nerviosa por la desconfianza sonreía segura de que el tiempo sería su aliado y podrían integrarse sin miedos.

Pronto la desconfianza escaló, una de las mitades vigilaba a la otra y dudaba de sus acciones. La otra mitad decidió vestir de blanco todo el tiempo y caminar con las manos en alto como señal de buena voluntad. Llegó el día en que las voces de protesta fueron más fuertes que las que pedían paciencia. Se desató la guerra civil.

Una guerra no deja vencedores, solo vencidos; al comprender eso las dos mitades deshicieron sus acuerdos y dejaron de ser un país. Una de las mitades se sintió defraudada y saqueada una vez más. La otra mitad cortó un trozo de territorio abandonado y decidió convertirse en una isla.